¿ES MEJOR BAÑARSE UNA VEZ A LA SEMANA?
La “perniciosa” cultura de la ducha nos está creando muchos problemas de salud
Los dermatólogos recomiendan reducir el número de duchas semanales para proteger la piel. (Corbis)
El fenómeno de la obsesión por la higiene, que se viene produciendo desde hace medio siglo, parece que ha tocado techo.
Si hace tres generaciones las convenciones sociales animaban a bañarse una vez a la semana, lo más habitual hoy es ducharse diariamente, cuando no dos o tres veces al día: al levantarse, después de practicar deporte y antes de acostarse.
Sin embargo, cada vez son más los especialistas que advierten sobre las consecuencias negativas de lo que consideran una “higiene excesiva”. Su recomendación: ducharse cada dos o tres días, siempre que no se hagan esfuerzos físicos, se laven las manos cada dos o tres horas, y se utilice el bidé diariamente.
Los argumentos que promueven un relajamiento de la higiene personal son muchos y variados, englobando tanto los aspectos relacionados con la salud como con el medio ambiente. Entre los primeros destaca el daño que el agua y los geles de baño producen en nuestra piel y cuero cabelludo, resecándolos e impidiendo la generación de las sustancias segregadas de forma natural para protegernos de infecciones. Respecto a los argumentos ambientales, el derroche de agua, y de energía para calentarla, son sus principales preocupaciones.
Las tesis defendidas por dermatólogos, bacteriólogos y ecologistas parecen comenzar a calar entre la población, al menos, entre los británicos. Según una encuesta elaborada por el grupo SCA, el 41% de los ingleses y el 37% de las inglesas ya no se duchan diariamente si no van al gimnasio ni realizan esfuerzos físicos. Unas cifras que entre los jóvenes se reducen a uno de cada tres, entre quienes triunfan más los desodorantes que los jabones.
Sociología de la higiene
Una tendencia inimaginable hace unos años, pero que cada vez se relaciona menos con una falta de urbanidad. La socióloga Elisabeth Shove ha realizado diversas investigaciones sobre lo que denomina ‘la cultura de la ducha’ y entiende que “se trata de un hábito convertido en elemento esencial de nuestro día a día. No es una opción, es casi una obligación social”.
A pesar de ello, Shove apunta que “parte de la sociedad comienza a cuestionar estas normas, recordándonos que no es necesaria una limpieza a fondo diaria si no tenemos un trabajo físico”.La epidermis y el cuero cabelludo se debilitan y quedan desprotegidos tras cada lavado
La socióloga británica explica que cuanto más se van conociendo “los efectos de la ‘cultura de la ducha’ sobre nuestra piel y sobre el medio ambiente, más nos paramos a reflexionar y tratamos de bañarnos menos veces, a menor temperatura y evitando enjabonarnos tanto”.
Unas pautas que, añade, “deberían venirnos a la cabeza cada vez que se nos ocurre meternos a la ducha”.
Los dermatólogos llevan años insistiendo sobre la necesidad de hidratar la piel, que se reseca y se agrieta cada vez que nos duchamos, al eliminar los lípidos por la acción corrosiva del exceso de jabón. Lo mismo ocurre con el cuero cabelludo, que se debilita y queda desprotegido tras cada lavado. Las personas con dermatitis o eczemas son más vulnerables a los químicos y detergentes que contienen los geles, por lo que les perjudican más los efectos de la higiene excesiva.
Proteger la piel para evitar infecciones
Los niños son el grupo de población con más riesgos por estos hábitos. Según un estudio de la universidad de California, la epidermis alberga bacterias “buenas” que ayudan a las células de la piel a producir sus propios antibióticos, que son especialmente necesarios para los niños y adolescentes. Si nos duchamos varias veces al día, esta protección natural contra las infecciones desaparece.
“Una ducha diaria, en la que nos lavemos a fondo el cuerpo y el pelo, es suficiente para desproteger la piel”, según el virólogo de la facultad de Medicina Queen Mary de Londres, John Oxford, quien también preside el Consejo Nacional de la Higiene. “Lo más importante es lavarse las manos continuamente para mitigar los gérmenes que portamos, y evitar así que se propaguen infecciones”, añade el profesor.
Si hace tres generaciones las convenciones sociales animaban a bañarse una vez a la semana, lo más habitual hoy es ducharse diariamente, cuando no dos o tres veces al día: al levantarse, después de practicar deporte y antes de acostarse.
Sin embargo, cada vez son más los especialistas que advierten sobre las consecuencias negativas de lo que consideran una “higiene excesiva”. Su recomendación: ducharse cada dos o tres días, siempre que no se hagan esfuerzos físicos, se laven las manos cada dos o tres horas, y se utilice el bidé diariamente.
Los argumentos que promueven un relajamiento de la higiene personal son muchos y variados, englobando tanto los aspectos relacionados con la salud como con el medio ambiente. Entre los primeros destaca el daño que el agua y los geles de baño producen en nuestra piel y cuero cabelludo, resecándolos e impidiendo la generación de las sustancias segregadas de forma natural para protegernos de infecciones. Respecto a los argumentos ambientales, el derroche de agua, y de energía para calentarla, son sus principales preocupaciones.
Las tesis defendidas por dermatólogos, bacteriólogos y ecologistas parecen comenzar a calar entre la población, al menos, entre los británicos. Según una encuesta elaborada por el grupo SCA, el 41% de los ingleses y el 37% de las inglesas ya no se duchan diariamente si no van al gimnasio ni realizan esfuerzos físicos. Unas cifras que entre los jóvenes se reducen a uno de cada tres, entre quienes triunfan más los desodorantes que los jabones.
Sociología de la higiene
Una tendencia inimaginable hace unos años, pero que cada vez se relaciona menos con una falta de urbanidad. La socióloga Elisabeth Shove ha realizado diversas investigaciones sobre lo que denomina ‘la cultura de la ducha’ y entiende que “se trata de un hábito convertido en elemento esencial de nuestro día a día. No es una opción, es casi una obligación social”.
A pesar de ello, Shove apunta que “parte de la sociedad comienza a cuestionar estas normas, recordándonos que no es necesaria una limpieza a fondo diaria si no tenemos un trabajo físico”.La epidermis y el cuero cabelludo se debilitan y quedan desprotegidos tras cada lavado
La socióloga británica explica que cuanto más se van conociendo “los efectos de la ‘cultura de la ducha’ sobre nuestra piel y sobre el medio ambiente, más nos paramos a reflexionar y tratamos de bañarnos menos veces, a menor temperatura y evitando enjabonarnos tanto”.
Unas pautas que, añade, “deberían venirnos a la cabeza cada vez que se nos ocurre meternos a la ducha”.
Los dermatólogos llevan años insistiendo sobre la necesidad de hidratar la piel, que se reseca y se agrieta cada vez que nos duchamos, al eliminar los lípidos por la acción corrosiva del exceso de jabón. Lo mismo ocurre con el cuero cabelludo, que se debilita y queda desprotegido tras cada lavado. Las personas con dermatitis o eczemas son más vulnerables a los químicos y detergentes que contienen los geles, por lo que les perjudican más los efectos de la higiene excesiva.
Proteger la piel para evitar infecciones
Los niños son el grupo de población con más riesgos por estos hábitos. Según un estudio de la universidad de California, la epidermis alberga bacterias “buenas” que ayudan a las células de la piel a producir sus propios antibióticos, que son especialmente necesarios para los niños y adolescentes. Si nos duchamos varias veces al día, esta protección natural contra las infecciones desaparece.
“Una ducha diaria, en la que nos lavemos a fondo el cuerpo y el pelo, es suficiente para desproteger la piel”, según el virólogo de la facultad de Medicina Queen Mary de Londres, John Oxford, quien también preside el Consejo Nacional de la Higiene. “Lo más importante es lavarse las manos continuamente para mitigar los gérmenes que portamos, y evitar así que se propaguen infecciones”, añade el profesor.
- Hay que establecer el límite entre higiene y sobrehigiene.
- Muchas alergias e infecciones son provocadas por repetidas duchas y el uso de productos inadecuados.
De acuerdo con José Carlos Moreno, presidente de la Academia Española de Dermatología y Venereología (AEDV), el exceso de higiene puede llevar a una alteración de las defensas naturales de la piel, constituidas fundamentalmente por grasas, que determinan una hidratación natural y evitan el desarrollo de gérmenes patógenos.
Según los datos de un estudio realizado por una conocida firma de grifería, tres de cada cuatro españolesse duchan al menos una vez al día.
Y es que la ducha diaria es un hábito ya consolidado dentro de nuestra sociedad, y de hecho, algo muy bien visto, ya que implica limpieza y cuidado personal.
Normalmente, suele tratarse de una 'ducha rápida', entre cinco y diez minutos, y sin demasiadas complicaciones o extravagancias: jabón y esponja, son suficientes para disfrutar de este momento diario.
Tres de cada cuatro españoles se duchan al menos una vez al día
Sin embargo, parece que muchos de los productos que se ofertan actualmente en el mercado presentan el hábito de la ducha, más que como un acto destinado a la higiene, como una opción más para disfrutar de los ratos libres. Llegados a este punto, ha de establecerse una línea diferenciadora entre la considerada higiene y la sobrehigiene.
Lo que nos lleva a plantearnos otra cuestión, ¿es la sobrehigiene un hábito positivo o puede tener sus efectos nocivos? Es lógico pensar que para la piel un exceso de jabón y de agua no es recomendable.
Es importante conocer los daños que un exceso de higiene diaria y el uso de productos inadecuados pueden producir en la piel; lo que no supone, en ningún caso, poner en duda la necesidad de la higiene y de la ducha en su 'justa medida'.
El manto lipídico
La piel es el órgano más extenso del cuerpo humano, y la primera línea de defensa, es decir, la barrera con la que el organismo se protege de los elementos y de los microorganismos nocivos.
Está compuesta por diferentes capas y estratos, de los que la piel se vale para llevar a cabo esa función defensora. Uno de ellos es el manto lipídico que la recubre y la protege de forma natural. Este manto está compuesto de agua, lípidos y otros componentes que ayudan a retener el agua en la dermis; la piel necesita estar lo suficientemente hidratada para poder llevar a cabo esa labor protectora.
La capa de lípidos tiene un PH ligeramente ácido, que se sitúa en torno al 5,5. Este PH impide que gérmenes, bacterias, virus, ácaros y demás microorganismos penetren en nuestra piel. Por eso es tan importante no alterar esa acidez. Si se modificara, el manto perdería propiedades, y en consecuencia perdería esa función protectora.
Ducharse varias veces en un mismo día y emplear jabones, geles u otros productos de aseo que contribuyan a perturbar el índice de acidez natural de la piel, son hábitos que pueden llevar a agotar el manto lipídico, y desencadenar así una serie de patologías cutáneas.
Posibles enfermedades de la piel
Nuestra piel está preparada, según la Academia Española de Dermatología y Venereología, para una única ducha al día. Si nos duchamos repetidas veces en un mismo día (sin poner en práctica hábitos como el de ducharse únicamente con agua y sin jabón, en las segundas y terceras duchas), ese exceso puede llevar a la aparición de algunas enfermedades de la piel:
Es la más conocida, precisamente por su creciente incidencia. La Asociación española de familiares y pacientes de esta enfermedad calcula que en nuestro país cerca del 10% de la población convive en la actualidad con esta dolencia, en especial los más pequeños.
La dermatitis atópica ocupa el 20% de las consultas en los servicios de dermatología pediátrica, y el 1% de las del pediatríaCuando una persona sufre esta patología, su superficie cutánea ya no cuenta con el manto lipídico protector, y se da una pérdida de agua que origina una intensa sequedad en la piel. Los pacientes sufren, como consecuencia, una molesta e irritante sensación de picor.
Existe un tratamiento médico para la dermatitis, que es una enfermedad crónica (sin cura definitiva por el momento), con el que se logra controlar la sensación de picor y las rojeces de la piel.
Otro de los problemas de perder la acidez natural es que nuestra piel puede ser víctima de infecciones de diverso tipo.
La popular pitiriasis alba, fácilmente reconocible por la aparición de manchas blanquecinas o con falta de pigmentación en la espalda y en las extremidades superiores, es una buena muestra.
Hay veces en las que la dermatitis atópica y la pitiriasis van de la mano; la aparición de la primera conlleva la proliferación de la segunda.
En el caso de la pitiriasis, su tratamiento, por vía tópica, se dilata en el tiempo convirtiéndose en una tarea muy molesta.
Las pieles con el manto hidrolipídico dañado son más sensibles, y por ello se originan las alergias. Esto no quiere decir que todas las pieles vayan a ser hipersensibles a determinadas sustancias. Dependerá de cada persona y del tipo de piel que tenga.
Normalmente, los alérgenos que causan las reacciones alérgicas son algunos de los componentes de los geles de baño: espesantes, emulsionantes, perfumes o, incluso, el color del producto.
Y es que la ducha diaria es un hábito ya consolidado dentro de nuestra sociedad, y de hecho, algo muy bien visto, ya que implica limpieza y cuidado personal.
Normalmente, suele tratarse de una 'ducha rápida', entre cinco y diez minutos, y sin demasiadas complicaciones o extravagancias: jabón y esponja, son suficientes para disfrutar de este momento diario.
Tres de cada cuatro españoles se duchan al menos una vez al día
Sin embargo, parece que muchos de los productos que se ofertan actualmente en el mercado presentan el hábito de la ducha, más que como un acto destinado a la higiene, como una opción más para disfrutar de los ratos libres. Llegados a este punto, ha de establecerse una línea diferenciadora entre la considerada higiene y la sobrehigiene.
Lo que nos lleva a plantearnos otra cuestión, ¿es la sobrehigiene un hábito positivo o puede tener sus efectos nocivos? Es lógico pensar que para la piel un exceso de jabón y de agua no es recomendable.
Es importante conocer los daños que un exceso de higiene diaria y el uso de productos inadecuados pueden producir en la piel; lo que no supone, en ningún caso, poner en duda la necesidad de la higiene y de la ducha en su 'justa medida'.
El manto lipídico
La piel es el órgano más extenso del cuerpo humano, y la primera línea de defensa, es decir, la barrera con la que el organismo se protege de los elementos y de los microorganismos nocivos.
Está compuesta por diferentes capas y estratos, de los que la piel se vale para llevar a cabo esa función defensora. Uno de ellos es el manto lipídico que la recubre y la protege de forma natural. Este manto está compuesto de agua, lípidos y otros componentes que ayudan a retener el agua en la dermis; la piel necesita estar lo suficientemente hidratada para poder llevar a cabo esa labor protectora.
La capa de lípidos tiene un PH ligeramente ácido, que se sitúa en torno al 5,5. Este PH impide que gérmenes, bacterias, virus, ácaros y demás microorganismos penetren en nuestra piel. Por eso es tan importante no alterar esa acidez. Si se modificara, el manto perdería propiedades, y en consecuencia perdería esa función protectora.
Ducharse varias veces en un mismo día y emplear jabones, geles u otros productos de aseo que contribuyan a perturbar el índice de acidez natural de la piel, son hábitos que pueden llevar a agotar el manto lipídico, y desencadenar así una serie de patologías cutáneas.
Posibles enfermedades de la piel
Nuestra piel está preparada, según la Academia Española de Dermatología y Venereología, para una única ducha al día. Si nos duchamos repetidas veces en un mismo día (sin poner en práctica hábitos como el de ducharse únicamente con agua y sin jabón, en las segundas y terceras duchas), ese exceso puede llevar a la aparición de algunas enfermedades de la piel:
Es la más conocida, precisamente por su creciente incidencia. La Asociación española de familiares y pacientes de esta enfermedad calcula que en nuestro país cerca del 10% de la población convive en la actualidad con esta dolencia, en especial los más pequeños.
La dermatitis atópica ocupa el 20% de las consultas en los servicios de dermatología pediátrica, y el 1% de las del pediatríaCuando una persona sufre esta patología, su superficie cutánea ya no cuenta con el manto lipídico protector, y se da una pérdida de agua que origina una intensa sequedad en la piel. Los pacientes sufren, como consecuencia, una molesta e irritante sensación de picor.
Existe un tratamiento médico para la dermatitis, que es una enfermedad crónica (sin cura definitiva por el momento), con el que se logra controlar la sensación de picor y las rojeces de la piel.
Otro de los problemas de perder la acidez natural es que nuestra piel puede ser víctima de infecciones de diverso tipo.
La popular pitiriasis alba, fácilmente reconocible por la aparición de manchas blanquecinas o con falta de pigmentación en la espalda y en las extremidades superiores, es una buena muestra.
Hay veces en las que la dermatitis atópica y la pitiriasis van de la mano; la aparición de la primera conlleva la proliferación de la segunda.
En el caso de la pitiriasis, su tratamiento, por vía tópica, se dilata en el tiempo convirtiéndose en una tarea muy molesta.
Las pieles con el manto hidrolipídico dañado son más sensibles, y por ello se originan las alergias. Esto no quiere decir que todas las pieles vayan a ser hipersensibles a determinadas sustancias. Dependerá de cada persona y del tipo de piel que tenga.
Normalmente, los alérgenos que causan las reacciones alérgicas son algunos de los componentes de los geles de baño: espesantes, emulsionantes, perfumes o, incluso, el color del producto.