Las conclusiones del Informe son dramáticas:
? Que tiene que hacer la elite global financiera para seguir manteniendo el poder sobre la poblacion mundial ?
Esta última expresión es un eufemismo para esquivar el término exterminio masivo.
Tanto es así que el capítulo de recomendaciones prácticas desarrolla las condiciones ideológicas, sociales y políticas que habrán de imponerse para poder llevar a cabo de forma imperceptible e indirecta el objetivo propuesto mediante el fomento de guerras, la propagación de enfermedades y catástrofes, y otras actuaciones semejantes.
Culmina el espantoso escenario la idea de que no hay que actuar como en Auschwitz, sino promoviendo que las víctimas se elijan a sí mismas.
Como quiera que esta conclusión del Informe es, al tiempo que inevitable –por la lógica del análisis realizado–, moralmente insostenible, el Anexo es el texto destinado a afirmar que quien no desee que se apliquen las políticas de exterminio a las que conduce la lógica del sistema debe colaborar desde ahora mismo a acabar con las compañías multinacionales, beneficiarias últimas de todo el «tinglado» y a crear una «nueva democracia internacional», sin más detalles.
La autora da por supuesto en todo momento que los dirigentes del mundo occidental aceptarían aplicar políticas de exterminio de un 25% de la humanidad para garantizar al resto los beneficios de la prosperidad que rinde el capitalismo.
Con ello, y sin decirlo expresamente, busca un refuerzo poderoso para su llamamiento revolucionario: la condena moral sin paliativos de los dirigentes del orden vigente.
Marx no llegó nunca tan lejos.
sigue.....aqui
? Que tiene que hacer la elite global financiera para seguir manteniendo el poder sobre la poblacion mundial ?
El sistema neoliberal globalizado no podrá salvarse del caos y la implosión si no procede de inmediato a reducir la población mundial en dos mil millones de personas durante los próximos veinte años,
no sólo induciendo reducciones drásticas en las tasas de natalidad, sino también aumentando las tasas de mortalidad.
Esta última expresión es un eufemismo para esquivar el término exterminio masivo.
Tanto es así que el capítulo de recomendaciones prácticas desarrolla las condiciones ideológicas, sociales y políticas que habrán de imponerse para poder llevar a cabo de forma imperceptible e indirecta el objetivo propuesto mediante el fomento de guerras, la propagación de enfermedades y catástrofes, y otras actuaciones semejantes.
Culmina el espantoso escenario la idea de que no hay que actuar como en Auschwitz, sino promoviendo que las víctimas se elijan a sí mismas.
Como quiera que esta conclusión del Informe es, al tiempo que inevitable –por la lógica del análisis realizado–, moralmente insostenible, el Anexo es el texto destinado a afirmar que quien no desee que se apliquen las políticas de exterminio a las que conduce la lógica del sistema debe colaborar desde ahora mismo a acabar con las compañías multinacionales, beneficiarias últimas de todo el «tinglado» y a crear una «nueva democracia internacional», sin más detalles.
La autora da por supuesto en todo momento que los dirigentes del mundo occidental aceptarían aplicar políticas de exterminio de un 25% de la humanidad para garantizar al resto los beneficios de la prosperidad que rinde el capitalismo.
Con ello, y sin decirlo expresamente, busca un refuerzo poderoso para su llamamiento revolucionario: la condena moral sin paliativos de los dirigentes del orden vigente.
Marx no llegó nunca tan lejos.
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