¿Se imaginan un mundo en el que solo trabajáramos quince horas a la semana y dedicáramos el resto del tiempo al ocio?
Esta utopía (o no) la planteó el famoso economista John Maynard Keynes hace más de 80 años. La profecía no se ha cumplido de momento. ¿Por qué?
El biógrafo de Keynes, Robert Skidelsky y su hijo, Edward, tratan de explicar los motivos de este fracaso en el libro
¡Qué perfecta sincronización entre economía y filosofía!
Un libro como este es lo que la gente que conozco está pidiendo en estos momentos. Los Skidelsky argumentan que el tiempo no es sólo el dinero... Me recuerda a un sabio consejo de un compañero del New York Times:
Todo lo que tienes es tu tiempo. -Sylvia Nasar
Keynes predijo en 1930 que al cabo de un siglo, hacia 2030,
Todo lo que tienes es tu tiempo. -Sylvia Nasar
¿Cuánto necesitamos ganar para gozar de una buena vida?
los progresos tecnológicos nos permitirían vivir con desahogo, sin apenas necesidad de trabajar, y que esto nos daría la felicidad.
No es este el camino que sigue el desarrollo económico actual, dominado por la codicia, que nos está conduciendo a la desigualdad y la pobreza.
El libro explica cómo hemos llegado a esta situación analizando la realidad de este mundo en crisis, y nos plantean, al propio tiempo, la necesidad de volver a reflexionar sobre temas como los usos de la riqueza o la naturaleza de la felicidad que, aunque parezcan debates filosóficos del pasado, siguen siendo necesarios para que podamos definir cómo ha de ser esa “buena vida” a la que aspiramos, y para ofrecernos formas de escapar de los condicionamientos de un sistema que nos oprime y nos agobia, con el fin de construir otro mejor.
El experto en Economía Lord Robert Skidelsky. | Ione Saizar
"El capitalismo incrementa los deseos pero reduce la posibilidad de satisfacerlos"
El libro reflexiona sobre los usos de la riqueza, la naturaleza de la felicidad y propone alternativas para conseguir una “vida buena”
En 1930 el economista estadounidense John Maynard Keynes escribió Las posibilidades económicas de nuestros nietos, una especie de ensayo-pronóstico en el que el reputado economista predecía que en el año 2030 las sociedades industrializadas habrían progresado tanto que la mayoría de sus ciudadanos se dedicaría fundamentalmente al ocio con una jornada laboral de apenas 15 horas semanales.
82 años después de aquel vaticinio resulta evidente que el economista estaba equivocado... La mayoría de la sociedad no sólo no vive como Keynes predijo sino que ve como su nivel de vida y sus posibilidades de mejorar van disminuyendo.
No es este el camino que sigue el desarrollo económico actual, dominado por la codicia, que nos está conduciendo a la desigualdad y la pobreza.
El libro explica cómo hemos llegado a esta situación analizando la realidad de este mundo en crisis, y nos plantean, al propio tiempo, la necesidad de volver a reflexionar sobre temas como los usos de la riqueza o la naturaleza de la felicidad que, aunque parezcan debates filosóficos del pasado, siguen siendo necesarios para que podamos definir cómo ha de ser esa “buena vida” a la que aspiramos, y para ofrecernos formas de escapar de los condicionamientos de un sistema que nos oprime y nos agobia, con el fin de construir otro mejor.
El experto en Economía Lord Robert Skidelsky. | Ione Saizar
"El capitalismo incrementa los deseos pero reduce la posibilidad de satisfacerlos"
El libro reflexiona sobre los usos de la riqueza, la naturaleza de la felicidad y propone alternativas para conseguir una “vida buena”
En 1930 el economista estadounidense John Maynard Keynes escribió Las posibilidades económicas de nuestros nietos, una especie de ensayo-pronóstico en el que el reputado economista predecía que en el año 2030 las sociedades industrializadas habrían progresado tanto que la mayoría de sus ciudadanos se dedicaría fundamentalmente al ocio con una jornada laboral de apenas 15 horas semanales.
82 años después de aquel vaticinio resulta evidente que el economista estaba equivocado... La mayoría de la sociedad no sólo no vive como Keynes predijo sino que ve como su nivel de vida y sus posibilidades de mejorar van disminuyendo.
Partiendo de este erróneo pronóstico, Robert Skidelsky, reflexiona sobre el uso de la riqueza en la sociedad occidental actual, la naturaleza de la felicidad humana y propone alternativas reales para tratar de acercar a la sociedad a la “buena vida” que pronosticó Keynes.
entrevista:
En la obra, ustedes afirman abiertamente que el sistema capitalista actual nos está conduciendo a más desigualdad y más pobreza. El ciudadano que se da cuenta de esta realidad pero qué no sabe como analizarlo ni por donde enfocar el problema, ¿sobre qué ideas o puntos debería reflexionar para tratar de buscar soluciones?
Robert Skidelsky: El ciudadano debe reflexionar sobre dos cuestiones diferenciadas: ética y política.
En lo referente a lo ético, el capitalismo ha conseguido producir cada vez más riqueza pero esta riqueza se está distribuyendo de forma cada vez menos igualitaria y aquí tenemos el problema ético sobre el cual reflexionar. Todos necesitamos cierto nivel de riqueza para conseguir una buena vida, pero
¿qué es una buena vida y qué nivel de riqueza necesitamos? Por otro lado, hay que reflexionar sobre la cuestión política.
¿Cómo organizarnos para qué esto ocurra?..........
Marx plantea una cuestión muy profunda. Él dice que el capitalismo no se puede reformar porque la base del sistema es la explotación del hombre y cada vez que se reforme dará lugar a una crisis. Sin embargo, sí se han visto casos de capitalismo reformado que han funcionado bien como los modelos europeos durante muchos años. Actualmente, los modelos que vemos en Estados Unidos, Inglaterra o España vemos que no funcionan.
“El Estado está promoviendo la insaciabilidad económica de mercados e individuos”
Para conseguir un modelo de capitalismo que no conduzca a más pobreza y desigualdad ustedes hablan de tres reformas básicas:
instauración de una renta básica,
reducción sobre la presión del consumo y la reducción de la publicidad.
¿Con estas tres reformas el sistema resultante sería llamándose capitalismo?
Robert: Un tigre y un gato son la misma especie, un felino. El capitalismo sin control es un tigre y un capitalismo controlado es un gato.
Por otra parte, se puede decir que nosotros no estamos abogando por un sistema socialista sin propiedad privada y libre comercio. Si piensas que el capitalismo como sistema está diseñado para la acumulación del capital llega un momento en el que has acumulado tanto capital que ya no necesitas acumular más, entonces cómo llamamos a este momento, ¿el final del capital? Al fin y al cabo, no siempre estaremos viviendo el mismo sistema.
En el libro plantean la de la insaciabilidad del ser humano como uno de los problemas de este capitalismo sin control. ¿Creen que el ser humano puede superar esta insaciabilidad y que el sistema deje de buscar la acumulación de riqueza sin fin?
Edward: La insaciabilidad del ser humano sí puede dirigirse hacia otros elementos que no sean el dinero. Se puede también ser insaciable de dinero, belleza o poder. Hay formas de insaciabilidad que hay que desanimar y evitar y guiar al ser humano hacia formas de insaciabilidad que son buenas.
Robert: De hecho, la insaciabilidad por el dinero antes no existía porque hubo épocas en las que no había dinero.
Cuando habla de desanimar la insaciabilidad de acumulación de riqueza, qué actor debe promover esas barreras? ¿Se refiere al Estado?
Edward: El Estado y los individuos de manera individual. Las personas deberían ser las que se guiaran hacia una insaciabilidad buena e intentar desprenderse de la necesidad de acumular dinero.
Robert: Uno de los mayores mitos que tenemos que sufrir es que el Estado es neutro. Pero sucede que cuando se reclama la actuación del Estado para poner barreras a la insaciabilidad aparecen los liberales [económicos] y niegan esta participación porque se rompería la libertad de elección del mercado o la neutralidad del Estado. Pero no es así.
En realidad, el Estado está promoviendo la insaciabilidad económica de los mercados y los individuos y nos empuja hacia ella.
Un ejemplo más: el Estado regula la publicidad,
¿por qué no promueve una publicidad diferente a la de consumir productos todo el rato?
Edward: Hemos recibido críticas que nos acusan de no estar a favor del libre mercado y nos preguntan pero ¿el mercado no te deja libre elección? Nosotros contestamos que sólo existe libre elección entre los bienes del mercado y no con los que no están dentro del mercado. Por lo que, efectivamente, no hay libre elección.
"Si sólo podemos elegir los bienes que están dentro del mercado, no hay libertad de elección"
Ustedes abogan y cito textualmente: “por una economía orientada a hacer realidad los bienes básicos de la sociedad” y “quitar el poder a los empresarios de fijar los horarios de trabajo y los términos”.
En el pensamiento dominante actual, estas dos afirmaciones serían calificadas por muchos pensadores y economistas como de anti sistemas o comunistas.
Robert: Los que nos pueden acusar de esto, directamente, ignoran la historia.
El Estado ha estado interviniendo en la sociedad, en la economía y en las condiciones del trabajo desde el siglo XIX. En 1830, el Estado decidió que los niños sólo podían trabajar 12 horas al día.
Después, llegó otra ley que prohibió del todo el trabajo infantil.
Actualmente, el número de horas laborables está especificado por ley y recientemente Francia ha limitado el número de horas a 35 semanales. Y Francia no es un país socialista.
¿Entonces quién está equivocado? Actualmente, hay un giro en política hacia la derecha que está quitando todas estas leyes y condiciones como los seguros en caso de accidente laboral y haciendo perder fuerza a los sindicatos. ¿Dónde están los sindicatos? El Estado no ha parado de regular nunca, pero sucede que con esta derecha se está perdiendo estas regulaciones del Estado.
Edward: También hay una falsa creencia de que la vitalidad económica o la productividad depende del número de horas trabajadas.
Cuantas más horas, más vitalidad.
Sin embargo,Grecia es el país de Europa que más horas trabaja y la troika quiere que trabajen aún máshoras.
En el otro lado, está Alemania, que es de los países donde menos horas se trabaja.
Si comparamos la productividad de uno y otro vemos que no está relacionada productividad con horas de trabajo.
¿Creen que los mercados en nombre de la libertad han arañado o robado la libertad de los ciudadanos de intervenir en la vida pública y defender sus derechos a través del Estado?
Robert: Sí. Sin lugar a dudas.
Edward: En la situación actual, con el paro tan elevado que están sufriendo las sociedades actuales, los trabajadores necesitan más al empresario que viceversa. El empresario puede sustituir a los trabajadores cuando desee. En esta situación, si quitas derechos a los trabajadores, al trabajador le queda poco margen de maniobra.
Ustedes señalan la llegada de Reagan y Tatcher al poder como el momento histórico en el que la economía se desliga de la sociedad.
La economía surgida de las reformas de los 80, ¿puede conseguir el bien común de la sociedad mediante sus iniciativas individuales como decía Adan Smith?
Robert: No, de esta manera. Cuando las cosas iban bien, cuando la economía crecía, la abundancia de riqueza tapaba los agujeros del sistema. Ahora que estamos en crisis van apareciendo los agujeros que íbamos tapando como podíamos en los tiempos de abundancia. No sólo estamos en una crisis económica, sino también en una crisis del sistema.
"Una vez que no haya capital que acumular, el capitalismo desaparecerá"
Volviendo a la naturaleza del ser humano, ustedes señalan que el sistema capitalista ha enfatizado la envidia y la avaricia del ser humano.
Quería preguntarles sobre el eterno dilema sobre su naturaleza? Ustedes creen como Rousseau que el ser humano es bueno por naturaleza pero que la propiedad privada lo corrompe?
Edward: No. No comulgo con Rousseau porque la envidia no se debe únicamente a la propiedad privada. Un ejemplo universal de esto es la envidia sobre la mujer de tu vecino o el marido de tu vecina. Creo que hay muchos tipos de envidia que no tienen que ver con la propiedad privada.
Robert: Se trata de que el capitalismo incrementa el deseo pero reduce la posibilidad de satisfacerlos.
En su obra, como en la muchos otros autores, señalan al sistema capitalista como un paso previo a un nuevo sistema más armonioso, por así decirlo. ¿Qué vendría después de este sistema?
Edward: El capitalismo está basado en la acumulación de capital. Una vez que no haya capital que acumular, el capitalismo desaparecerá. El problema es que hay gente que defiende que siempre habrá capital para acumular, nuevos productos y nuevos nichos de mercado. Por lo que el capitalismo, se regenera continuamente. Una forma que tiene el capitalismo para seguir avanzando es cargarnos con una mayor deuda y una vez que estamos demasiado endeudados el sistema se colapsa y llega la crisis.
En este regeneración ha llegado el poder absoluto del capitalismo financiero. ¿La crisis viene provocada por esta necesidad de crear y crear nuevos capitales que apropiarse?
Edward: Desde luego. Quieren crear más capital, más productos y que la gente siga consumiendo y endeudándose. Se puede decir que la crisis se debe al capitalismo financiero y son los bancos los que van acumulando más y más capital.
A lo largo de la historia hemos tenido unas barreras morales que impedían la acumulación de riqueza en las mismas manos. ¿Por qué han ido desapareciendo estas barreras?
Edward:
Ha habido una voluntad explícita de derribar esas barreras morales.
Pensadores como David Hume o Adan Smith abogaron en el siglo XVIII por eliminar esas barreras para tener Estados más ricos.
Robert: Debo añadir que en el siglo XX volvieron a aparecer esas barreras morales con los movimientos sindicales, laborales y las democracias, pero se volvieron a derrumbar estas barreras en los años 80.
Fuente: http://www.publico.es/444524/el-capitalismo-incrementa-los-deseos-pero-reduce-la-posibilidad-de-satisfacerlos
¿Por qué tienes que leer este libro?
La necesidad de replantearse qué quiere decir una “buena vida” está cada día más presente y es cada vez más necesaria, en vista del cambio de paradigma que está representando esta larga crisis de la que aún tardaremos en salir, y cuando lo hagamos será con muchos daños colaterales.
Los autores
Robert Skidelsky 1939
Robert Skidelsky es catedrático emérito de Economía Política en la Universidad de Warwick.
Su magistral biografía de John Maynard Keynes (1983, 1992, 2000) ha recibido numerosos premios, entre los que se cuentan el Lionel Gelber Prize for International Relations y el Council on Foreign Relations Prize for International Relations.
También es autor, entre otras obras, de El mundo después del comunismo: la polémica de nuestro tiempo (Ariel, 1996) y de El regreso de Keynes (Crítica, 2009).
Miembro de la Cámara de los Lores británica, obtuvo el título vitalicio en 1991 y fue elegido fellow de la Academia británica en 1994.
Edward Skidelsky
La necesidad de replantearse qué quiere decir una “buena vida” está cada día más presente y es cada vez más necesaria, en vista del cambio de paradigma que está representando esta larga crisis de la que aún tardaremos en salir, y cuando lo hagamos será con muchos daños colaterales.
Los autores
Robert Skidelsky 1939
Robert Skidelsky es catedrático emérito de Economía Política en la Universidad de Warwick.
Su magistral biografía de John Maynard Keynes (1983, 1992, 2000) ha recibido numerosos premios, entre los que se cuentan el Lionel Gelber Prize for International Relations y el Council on Foreign Relations Prize for International Relations.
También es autor, entre otras obras, de El mundo después del comunismo: la polémica de nuestro tiempo (Ariel, 1996) y de El regreso de Keynes (Crítica, 2009).
Miembro de la Cámara de los Lores británica, obtuvo el título vitalicio en 1991 y fue elegido fellow de la Academia británica en 1994.
Edward Skidelsky
Profesor de Filosofía en la Universidad de Exeter. Es autor de Ernst Cassirer: The Last Philosopher of Culture y colabora habitualmente en medios como New Statesman y Prospect.
Robert Skidelsky, biógrafo por excelencia de John Maynard Keynes, ha querido rescatar a tiempo uno de los legajos más olvidados del 'maestro': 'Posibilidades económicas para nuestros nietos'. En plena Gran Depresión, sin dejarse amilanar por los nubarrones, Keynes vaticinó que en el 2030 los países desarrollados tendrían lo 'suficiente' como para permitirnos trabajar 15 horas semanales y redefinir nuestras prioridades.
Se equivocó Keynes, está claro. El apetito insaciable por la acumulación material ha seguido alimentando la máquina hasta llegar donde estamos.
Robert Skidelsky, biógrafo por excelencia de John Maynard Keynes, ha querido rescatar a tiempo uno de los legajos más olvidados del 'maestro': 'Posibilidades económicas para nuestros nietos'. En plena Gran Depresión, sin dejarse amilanar por los nubarrones, Keynes vaticinó que en el 2030 los países desarrollados tendrían lo 'suficiente' como para permitirnos trabajar 15 horas semanales y redefinir nuestras prioridades.
Se equivocó Keynes, está claro. El apetito insaciable por la acumulación material ha seguido alimentando la máquina hasta llegar donde estamos.
Pero Robert Skidelsky y su hijo Edward (filósofo) se proponen resucitar la premisa del 'maestro' y poner al día su visión de 'la buena vida' para cuando llegue, si es que llega, la salida del túnel.
'Un futuro distinto y mejor'
Desde su oficina en Westminster, Lord Skidelsky nos invita a imaginar la sociedad a la que aspiramos en diez o veinte años, aunque por el camino haya que volver (temporalmente) por la vía del crecimiento en el sentido más ortodoxo... "Tenemos que volver al menos al nivel de empleo que existía antes de la recesión. Y tal y como está organizada hoy en día la economía, la única manera de lograr ese objetivo es aumentando la demanda... Si Europa quiere salir de la crisis, va a tener que cancelar los programas de austeridad que están estrangulando aún más la demanda. No se puede combatir exclusivamente la deuda hasta el punto de destruir la economía".
Skidelsky quiere trazar una línea muy gruesa entre "las políticas a corto plazo para la recuperación económica" y "la visión a largo plazo para la buena vida". Una vez recuperada la 'normalidad', sostiene, llegará el momento de explorar nuevas vías como la 'renta básica' (que no es lo mismo que el salario mínimo), el impuesto progresivo sobre el consumo y otras propuestas esbozadas en su libro.
"Lo que está claro es que no podemos reincidir en el error y continuar por el camino que hemos llevado los últimos treinta años, cabalgando al galope de una crisis a otra".
"El capitalismo ha conseguido un progreso incomparable en la creación de riqueza, pero nos ha dejado incapaces de dar a esa riqueza un uso civilizado", escriben Robert y Edward Skidelsky en uno de los capítulos más críticos del libro.
"Está claro que el capitalismo no tiene una tendencia espontánea a convertirse en algo más noble. Si dejamos que la maquinaria funcione por sí misma, siempre querrá más, sin un objetivo claro y sin fin posible".
El propio Keynes expresó en vida su ambivalencia hacia el capitalismo.
"El 'maestro' pensaba que cuando se hubiera alcanzado el objetivo de la abundancia colectiva, el capitalismo se aboliría por sí mismo", asegura Skidelsky. "En los años cincuenta y sesenta, cuando muchos gobiernos pusieron en marcha una mayor intervención en la economía siguiendo los principios de Keynes, se hablaba de la economía mixta o de un sistema socialdemocrático.
La palabra 'capitalismo' cayó de hecho en desuso hasta el giro que volvió a producirse en los años ochenta".
¿La codicia, ADN del capitalismo?
"¿Acaso la codicia está en el ADN del capitalismo?", le preguntamos al coautor de '¿Cuánto es suficiente?'. "La codicia ha estado presente en todas las sociedades humanas", reconoce Skidelsky.
"Uno empieza con la idea de llegar a un nivel que considera 'suficiente', pero llegado a ese punto resulta que quiere más... Forma parte del deseo humano de mejorar, es algo propio de nuestra especie. Y luego, ese afán de comparar nuestros logros con los de los demás".
Llegamos así al consumismo, "el gran placebo del capitalismo moderno". Según Skidelsky, tan necesaria como la 'tasa Tobin' para las trasacciones financieras debería ser la introducción de un impuesto progresivo sobre el consumo (gravando los artículos de lujo).
En su opinión, el hiperconsumismo y el 'sobretrabajo' son las dos caras de la misma moneda, con la que seguimos pagando a duras penas los excesos de las tres últimas décadas.
Las 15 horas semanales que vaticinaba Keynes pasaron pues a la historia de las utopías. "Pero está claro que tendremos que trabajar menos si queremos trabajar todos", apunta Skidelsky, "y ése es un debate que tendremos que afrontar necesariamente a la hora de combatir el desempleo".
'Las posibilidades económicas de nuestros nietos'
"Nuestros hijos y nietos van a estar posiblemente peor que nosotros en términos de consumo y de PIB, pero pueden estar mejor en muchos otros sentidos, en términos de salud, felicidad, amistad, contacto con la naturaleza y todos los elementos que queramos incluir en eso que llamamos la 'buena vida'.
Las nuevas generaciones han sido testigos de hasta dónde nos han llevado nuestros errores, y seguramente serán menos insaciables de lo que hemos sido nosotros".
Parecida es la tesis de Michael Sandel, politólogo de Harvard que en su libro “What Money Can’t Buy”
(“Lo que no puede comprar el dinero”),
se pregunta si no habremos sobredimensionado el papel de los mercados.Porque cuantas más cosas puedan comprarse con dinero, tanto más traumática resultará su carencia. Y además la compraventa puede corromper la percepción de los bienes.
Dos ejemplos: no funciona el pagar a los donantes de sangre, y dar dinero a los escolares para animarles a la lectura de libros convertiría el placer de la lectura en una verdadera lata.
Sandel no marca con precisión los límites, pero los Skidelsky son más atrevidos al proponer políticas encaminadas a conseguir la buena vida más que el crecimiento ilimitado:
- la renta básica,
- los impuestos al consumo más que a los ingresos y
- poner fin a la desgravación tributaria de los gastos empresariales en publicidad, lo que reduciría el incentivo a trabajar y la tentación de consumir.
En su ensayo ‘Las posibilidades económicas de nuestros nietos’, de 1930, el economista británico John Maynard Keynes predijo que al cabo de un siglo las sociedades industrializadas habrían progresado tanto que sus avances tecnológicos permitirían a las personas vivir con desahogo, sin apenas necesidad de trabajar, y que eso proporcionaría la felicidad.
¿Cuánto es suficiente? reflexiona sobre el sistema económico actual y el alejamiento de la sociedad del concepto de ‘buena vida’, algo que los seres humanos han intentado perfilar a lo largo de los tiempos, desde la Grecia clásica hasta el cristianismo o el marxismo.
Cuando Ronald Reagan y Margaret Tatcher establecieron el crecimiento de la economía como fin en sí mismo y no como un medio para la consecución de la buena vida de las personas todo empezo a degenerar.
Ese indicador de crecimiento, que no tiene en cuenta otras preocupaciones del ciudadano como la salud, el ocio, el Medio Ambiente, el arte, la belleza, la amistad.
La buena vida, a diferencia de la felicidad (algo privado y psicológico, no siempre conectado con las condiciones de vida) se basa para los Skidelsky en una serie de elementos básicos que el Estado debería promover, aunque corresponde a los ciudadanos disfrutar y desarrollar por completo:
salud, seguridad (física o económica), respeto, personalidad (libertad para actuar con autonomía), armonía con la naturaleza, amistad (lazos afectivos con los demás) y ocio (lo que se hace porque sí, no por obligación o con un fin).
Frente a la confusión entre necesidad y deseo que parece imperar, proponen una renovación ética, más políticas sociales y la reducción de la presión por consumir o la publicidad que altera la libre elección del ciudadano.
¿Cuánto es suficiente? reflexiona sobre el sistema económico actual y el alejamiento de la sociedad del concepto de ‘buena vida’, algo que los seres humanos han intentado perfilar a lo largo de los tiempos, desde la Grecia clásica hasta el cristianismo o el marxismo.
Cuando Ronald Reagan y Margaret Tatcher establecieron el crecimiento de la economía como fin en sí mismo y no como un medio para la consecución de la buena vida de las personas todo empezo a degenerar.
Ese indicador de crecimiento, que no tiene en cuenta otras preocupaciones del ciudadano como la salud, el ocio, el Medio Ambiente, el arte, la belleza, la amistad.
La buena vida, a diferencia de la felicidad (algo privado y psicológico, no siempre conectado con las condiciones de vida) se basa para los Skidelsky en una serie de elementos básicos que el Estado debería promover, aunque corresponde a los ciudadanos disfrutar y desarrollar por completo:
salud, seguridad (física o económica), respeto, personalidad (libertad para actuar con autonomía), armonía con la naturaleza, amistad (lazos afectivos con los demás) y ocio (lo que se hace porque sí, no por obligación o con un fin).
Frente a la confusión entre necesidad y deseo que parece imperar, proponen una renovación ética, más políticas sociales y la reducción de la presión por consumir o la publicidad que altera la libre elección del ciudadano.
libro relacionado:
"Eliminar el paro ES POSIBLE trabajando menos",
junto con el blog www.eliminarelparoesposible.com, donde nos animan a informarnos, opinar, criticar, sugerir lo que creámos conveniente.
Es necesario ampliar el debate para acceder a esa "vida buena" que vaticinaba el maestro Keynes.
Libro: Eliminar el paro ES POSIBLE trabajando menos