Jean-Baptiste Malet se ha metido en la boca del lobo para escribir sobre una pesadilla, en la que aparecen trabajadores sometidos a la ley de la selva, donde no hay derechos ni protecciones. Sólo esclavismo y rentabilidad.
Esa es la clave de la fórmula del éxito de Amazon, la multinacional dedicada a la distribución de todo tipo de objetos de consumo, que amenaza a la industria editorial con sus métodos de evasión de impuestos y explotación laboral.
El periodista francés ha trazado en el libro En los dominios de Amazon (Trama Editorial) la cara oculta –terrible- que desmantela la imagen de empresa vanguardista que han construido.
Ellos se definen como “exploradores”, Malet como “explotadores”.
De Bill Gates a Mark Zuckerberg pasando por Jeff Bezos, los líderes de estas firmas son retratados como personas especiales que fueron capaces de llevar una compañía de la nada al cielo empresarial gracias al poder de la innovación disruptiva. Pero ¿es así?
Un operario coloca cajas en un almacén de Amazon de Alemania. (EFE)
¿Los grandes campeones lo son por utilizar métodos del siglo XXI o por haber reactualizado los del XIX?
Porque muchas de estas compañías han logrado establecer excepciones que las hacen funcionar con las mismas ventajas que gozaban las grandes firmas de hace un siglo.
Así, la excusa de desenvolverse en un contexto novedoso en el que las amenazas son múltiples (“cualquier chico puede inventar algo que acabará con nuestra empresa”), ha terminado por justificar la enorme concentración del sector y los regímenes de monopolio, o de oligopolio en el mejor de los casos, son habituales en el mundo de las nuevas empresas. La normativa sobre competencia, que se ha aplicado con rigidez en ocasiones recientes, por ejemplo a la hora de abrir los mercados en el caso de empresas estatales que iban a dejar de serlo, se han infrautilizado en estos casos.
Es también habitual encontrar a las empresas tecnológicas entre las que deciden no pagar impuestos en los lugares en los que operan.
Así, Google, una firma cuyo volumen de negocio es de los más importantes dentro del sector, sólo ha pagado en España 33.000 euros gracias a un agujero legal que permite trasladar sus beneficios a Irlanda, donde el tipo efectivo del Impuesto de Sociedades es mucho más reducido, y transferirlo de nuevo hacia el paraíso fiscal de Bermudas. Y lo mismo ha ocurrido en otros países europeos, como el Reino Unido, donde se han puesto en marcha campañas para que firmas como Amazon o Google paguen las cantidades que les corresponden.
Y, por último, no es extraño encontrar a firmas tecnológicas entre las que vulneran la ley y ganan dinero con ello. Según The Guardian, la NSA pagó millones de dólares a Yahoo, Google, Microsoft y Facebook por gastos vinculados al espionaje de sus propios usuarios.
¿Innovación o regresión?
Estas empresas sin competencia, que pueden evadir impuestos y que cobran dinero de los estados por realizar prácticas dudosas, se parecen mucho más a las grandes firmas de finales del XIX que a las del XXI.
Las empresas de la innovación lo son también de la excepción, y aprovechan argumentos, discursos y agujeros legales que les permiten funcionar con condiciones distintas a las del resto.
Cuando la ley no funciona igual para todos, siempre hay jugadores que salen beneficiados.
Eso es lo que sostiene Jean-Baptiste Malet, un periodista francés que se infiltró durante varios meses en Amazon y contó la experiencia en un polémico libro que ve hoy la luz en nuestro país. En los dominios de Amazon (Trama Editorial) generó gran debate en su edición francesa, ya que no sólo planteaba las ventajas competitivas con que la empresa americana contaba respecto de las librerías francesas, sino que hablaba de un sistema de gestión de personal ligado con procesos que parecían haberse perdido en la noche de los tiempos.
Las prácticas típicas del taylorismo se han visto incrementadas con la utilización de nuevos medios que permiten seguir la productividad de los empleados al segundo y, por lo tanto, controlar sus ritmos, pausas e intensidades.
Amazon exige que la productividad de sus trabajadores vaya en constante aumento, algo que no es legal, pero tampoco posible
El mundo en el almacén logístico de Amazon, cuya extensión es semejante a la de cinco campos de fútbol, se divide en pickers y packers, los que cogen los productos de las estanterías y los que hacen los paquetes.
Los primeros tienen jornadas laborales en las que recorren cada noche (el turno en el que fue contratado Malet) más de 20 kilómetros diarios.
Los segundos empaquetan, por lo que pasan muchas horas de pie, realizando tareas repetitivas con ritmos de trabajo completamente pautados. El asunto central de ese panóptico llevado al extremo no es sólo una cuestión de medición y vigilancia continua, sino la utilización de esos mecanismos para forzar al trabajador.
Jeffrey Preston Bezos, dueño de Amazon, / Wikipedia
No se trata de optimizar los resultados y de conseguir que la tarea sea más eficiente, sino de llevar al empleado a sus límites.
Así, se les obliga a realizar un número de tareas determinado que deberá siempre ir a más. “Exigen que la productividad vaya en constante aumento”, asegura Malet, lo cual no es legal, pero tampoco posible.
Sin embargo, eso no es ningún problema para la firma, ya que “los pickers son mujeres y hombres que cuestan menos y son más eficaces que los robots.
Con ellos no hace falta ningún cuidado técnico porque en su mayoría son temporeros.
La dirección de Amazon puede reemplazarlos fácilmente cuando están agotados o no cumplen su tarea, yendo simplemente a buscar otros en el inmenso ejército de reserva que constituyen los desempleados”.
Un trabajador de amazon clasifica envíos en la sede de graben, suiza (reuters)
No habrá paz para los pickers
Hay un montón de detalles que señalan hasta qué punto el ahorro de tiempo lleva a situaciones extenuantes: para aumentar la productividad,
no permiten que los trabajadores hablen entre ellos durante el tiempo de trabajo, las tareas han de realizarse lo más rápido posible y cada vez que hay un descanso, han de regresar a su puesto exactamente 20 minutos después del momento en que se paró. Cada noche los trabajadores tienen derecho a dos descansos.
Uno de ellos es remunerado por Amazon. El otro corre a cargo del trabajador.
Además, la máquina de fichar no está colocada a la entrada del almacén, sino en el puesto de trabajo.
De modo que el tiempo que se tarda en llegar desde los tornos de entrada y salida hasta el puesto efectivo corre también de cuenta del trabajador.
Es un recorrido que se efectúa seis veces al día, ya que cada vez que quieren descansar tienen que pasar por los tornos. En distancias tan grandes como las del almacén, un recorrido mínimo de un par de minutos conlleva doce minutos al día de ahorro para la empresa.
Esta obsesión por reducir costes es llevada al límite en detalles tan peculiares como el uso de la calefacción. La primera huelga en el almacén Amazon francés, impulsada por la CGT, fue causada por la falta de calefacción en unas instalaciones que tenían una temperatura permanente de 15 grados.
El circuito calefactor funcionaba a la perfección pero los directivos no lo ponían en marcha para no gastar.
Ese contexto lleva a una sociabilidad peculiar. Como le contaban los compañeros “amazonenses” al periodista francés, las parejas que se han conocido fuera de Amazon no sobreviven cuando uno de los dos comienza a trabajar en la empresa.
Horarios incompatibles y un cansancio permanente provocan que la vida en común se empobrezca y que la social desaparezca. A cambio se pasa más tiempo alrededor de la compañía, que proporciona ocasionales actividades gratuitas para el ocio, y donde la gente puede socializar con personas de su mismo medio social y forjar nuevos lazos afectivos que suelen consolidarse gracias al chismorreo.
Como explica Malet, cuando tu vida está confinada por jornadas de trabajo que te dejan agotado, y que apenas te dejan tiempo para nada más, tu existencia se torna altamente insatisfactoria y surgen comportamientos regresivos de toda clase (también en lo alimenticio, con el consumo de muchos más productos industriales con exceso de azúcar).
Por eso la dirección pone en marcha actividades que provoquen dosis de alegría artificiales que influyan en el humor y la emotividad. Son técnicas científicamente estudiadas por los psicólogos y a través de las cuales Amazon trata de desactivar ese descontento que sabe que existe.
Son prácticas que no se limitan a Francia. El periodista Spencer Soper denunció una situación similar en el almacén Amazon de Lehigh Valley, entre Pennsylvania y Nueva Jersey y un documental de la cadena alemana ARD descubrió “las condiciones de trabajo de los temporeros extranjeros, especialmente españoles, empleados por Amazon.
Largas esperas bajo la nieve antes de ser transportados en autobuses llenos de gente, promiscuidad en las condiciones de alojamiento en los bungalós de una ciudad de vacaciones que permanece vacía durante la temporada baja, despidos brutales y sin motivo alguno de los temporeros, salarios más bajos que los prometidos durante la oferta de empleo, vigilancia a cargo de violentos agentes de seguridad de una empresa subcontratada, registros arbitrarios y con violencia de habitaciones, registros sistemáticos del personal…”.
Los gobiernos no hacen más que regar con dinero público procesos económicos que destruyen mucho más empleos de los que crean
Pero todas estas denuncias no han servido para que los poderes públicos hayan investigado qué ocurre dentro de los muros Amazon.
Más al contrario, el trato institucional que reciben es mucho más que correcto. Las autoridades suelen alegrarse de la apertura de nuevas instalaciones Amazon en su territorio, en tanto contribuyen a generar puestos de trabajo y les conceden generosas subvenciones para que lo hagan.
Pero con estas acciones, no hacen más que regar con dinero público procesos económicos que destruyen muchos más empleos de los que crean.
El desarrollo de Amazon implica el cierre de muchas librerías, cuyos trabajadores superan con mucho el número de contratados de la compañía estadounidense.
Y además, con la concesión de estas subvenciones otorgadas a una multinacional en plena forma financiera, los políticos no hacen más que falsear la libre competencia.
Sin embargo, todo este cúmulo de ventajas, irregularidades y acciones que bordean lo legal tienen difícil denuncia. En gran parte, por la ley del silencio que reina en la compañía gracias a peculiares disposiciones reglamentarias. El periodista francés contactó con varios sindicalistas que trabajaban en la firma para que le contasen su realidad cotidiana.
Después de varias tentativas, le contestaron citándole para diversas entrevistas en lugares peculiares, como el parking de un centro comercial. Nunca aparecieron.
Después, Mallet descubrió que el anexo 7 del Reglamento interno amenazaba con serios perjuicios legales a los empleados que contasen información interna, vital o no, gracias a disposiciones como la siguiente, que reproduce en el libro:
“Amazon es una sociedad cotizada en bolsa, en el US Stock Exchange, y tiene la obligación legal de prevenir cualquier delito de información privilegiada de proteger los bienes de la sociedad.
La divulgación de informaciones puede afectar negativamente y de manera perjudicial las actividades y el valor de Amazon y puede conllevar responsabilidad criminal”.
¿Por qué es tan barato un libro en Amazon?
La situación en Europa se divide básicamente entre dos tipos de países. Los países donde hay una ley fija, un precio único del libro en los que el editor lo marca y ningún vendedor, grande o pequeño, puede bajarlo. Y, por otro lado, están los países donde el libro no está sujeto al precio único.
Eso significa, por ejemplo, que un libro de éxito puede ser vendido con pérdidas, como un “producto reclamo”, para un comerciante o un supermercado, con la finalidad de atraer clientes. Estas políticas agresivas perjudican a la economía del libro, ya que aun siendo una mercancía comercialmente hablando, no lo es humanamente hablando.
No parece que a Amazon esta Ley le moleste mucho para actuar.
En todos los países donde Amazon se ha implantado, poco importa que se trate de países con precio único del libro o no, Amazon lleva una política muy agresiva con la finalidad de “canibalizar” la economía.
En Francia, por ejemplo, Amazon prefiere perder dinero enviando gratuitamente libros de 3, 4 o 5 euros, ya que sabe que es una parte del mercado ganado, que las librerías de proximidad no volverán a tener.
Amazon pierde dinero voluntariamente para destruir el tejido de las librerías físicas. Es una apuesta y Amazon toma cada día más ventaja en todo el mundo: destruir las librerías físicas, grandes y pequeñas, para ser el único vendedor de libros. Yo insisto sobre “vendedor de libros” pues Amazon no es una librería.
En cuanto a los periódicos en papel, considera que se convertirá en un mero producto de lujo. Su estrategia opera en varios tiempos.
No parece que esa lectura sea la que cala entre sus clientes.
Es importante que los ciudadanos europeos estén al tanto de estas cuestiones, a riesgo de ver la herencia cultural europea, el origen de las ideas de las Luces, llegar a ser un simple espacio comercial donde el libro se verá reducido a la más nociva de las tendencias: su mercantilización. No se debe confundir comercialización del libro y mercantilización. El problema es amplio y así lo abordo en mi obra.
Se acusa a los libreros no haberse adaptado a los nuevos tiempos, ¿cree que se puede resumir de esta manera la situación de la competencia?
Este es el argumento de Amazon y de los defensores de la venta en línea. Amazon no propone nada más que un servicio de venta rápida de lo que el consumidor le demanda.
En realidad, si se mira más de cerca, es Amazon quien es anticuado, zafio, y no se adapta al necesario progreso humano: una librería no es un simple comercio, es un lugar de convivencia y de humanidad que permite el encuentro, expresarse y descubrir. Es una avanzadilla en el espacio del saber y del trabajo intelectual. La librería es un lugar valioso, diferente, en nuestra sociedad. Ningún intelectual, ningún artista digno de este nombre, podría imaginar un mundo sin librerías.
Lo que muestro en mi libro, es que comprar en Amazon no es solamente una elección de consumo. Es una elección de sociedad.
¿Tienen los libreros alguna oportunidad de ganar esta batalla?
La oportunidad de las librerías de ganar la batalla pasa, en primer lugar, por la unión, además de hacer comprensible a la ciudadanía, que el problema no es sólo de las librerías, sino que es una amenaza para las sociedades democráticas, que se trata de un peligro más grande que el simple cierre de pequeños establecimientos.
Esto pasa por el respeto a la ley.
Por la toma de conciencia política, que supera las discrepancias derecha-izquierda, de todos los ciudadanos. De lo contrario, Amazon será una multinacional que cambiará la sociedad sin que los ciudadanos se enteren realmente. Es por ello por lo que he escrito el libro. Para que podamos reaccionar antes de que sea demasiado tarde.
La evidencia es que son precisamente aquellos que se escapan de la lógica financiera, promoviendo la calidad editorial, los que mejor resisten frente a Amazon.
¿Tiene la receta de la supervivencia para las librerías?
Es necesario aceptar que el ratio de rentabilidad de una librería o de una editorial será pequeño, entre el 1% y 2% anual. Querer imponer al mundo del libro un ratio de rentabilidad que satisfaga sólo el aspecto financiero, es desconocer absolutamente la realidad y los complejos procesos que permiten a una economía muy específica vivir de buenos libros.
No aquellos que nos animan, nos divierten y nos hacen disfrutar, escritos por egos ofendidos y seres insípidos que buscan simplemente atraer la atención hacia ellos. Hablo de esos buenos libros, de literatura o de ciencias humanas, que nos sacan de nuestra cotidianidad, que amplían el campo de visión de nuestras vidas, que nos ofrecen perspectivas inteligentes y de comprensión del mundo.
En su libro incide en la explotación de los trabajadores, ¿qué ha hecho Amazon por la protección de los derechos laborales?
En cualquier parte del mundo donde Amazon se ha implantado, en cualquier lugar donde Amazon gestione sus actividades logísticas convirtiéndole en el número uno de la venta en línea, Amazon adopta la misma estrategia, la misma ideología, las mismas reglas, los mismos procesos con muy raras excepciones culturales.
Mi experiencia como trabajador infiltrado en Amazon y los numerosos testimonios que he podido recoger tanto de los trabajadores como de los ‘cuadros’ de la empresa apuntan en la misma dirección: Amazon no respeta la legislación concerniente al derecho laboral.
¿A qué tipo de infracciones se refiere?
Las infracciones son numerosas y ese ha sido el motivo del libro. Más allá de las presiones psicológicas, los trabajadores no tienen, por ejemplo, una cadencia establecida: no se les exige que mantengan una tasa de productividad exacta.
Es aún peor: se les pide ir cada día más rápido que el anterior.
Los trabajadores son puestos en una continua situación de competencia unos con otros. Son animados a denunciarse mutuamente si, por ejemplo, algunos hablan en el lugar de trabajo.
Es un trabajo sin descanso, pero no es simplemente una situación laboral angustiosa, es una nueva situación laboral que no existía en el siglo XX, donde la ideología y el paternalismo jugaban un gran papel.
Pero con el apoyo de las nuevas tecnologías.
La informatización y las máquinas, como el escáner, marcan el camino de los trabajadores. Porque Amazon considera que todo trabajador es un ladrón potencial, los trabajadores son cacheados cada vez que entran o salen del almacén, pudiendo llegar a suponer una pérdida de hasta 40 minutos por semana, que no son remunerados.
En los EEUU los trabajadores acaban de presentar quejas sobre este tema.
Recuerdo los autobuses partiendo de varias plazas españolas, camino de naves de Amazon en el extranjero, cargados de trabajadores. ¿Por qué le gusta a Amazon tanto la mano de obra española?
Para responder a su pregunta sobre los trabajadores españoles en Amazon, debo decirle que he encontrado algunos en Alemania. Ellos no están allí por gusto, sino por necesidad económica.
Mujeres y hombres españoles, a veces con amplia titulación, golpeados por la crisis económica, se ven obligados a realizar trabajos penosos a cientos de kilómetros de su familia. Están alojados en condiciones indignas, que me recuerdan al siglo xix. Es la otra cara, la cara oculta de la “revolución digital” y del lado “cool” de Amazon.
Amazon es una empresa que para conseguir beneficios colosales, trata a su mano de obra como si se tratara de vulgares robots sumisos hasta el infinito.
Y cuando el robot se rompe, se le sustituye por otro parado. Ningún trabajador de Amazon puede tener una larga trayectoria en la empresa ya que el trabajo es tan rápido y pesado que la media de edad nunca va más allá de los 25-35 años.
Hay algo que pasa por natural: ¿Cómo es posible que se le permita no pagar impuestos en el país en el que interviene?
Amazon utiliza una ingeniería fiscal muy compleja para evadir impuestos en los países europeos.
Considera que las leyes y la soberanía popular son un obstáculo a sus beneficios. Es por ello que Amazon practica masivamente la evasión fiscal. En Francia, debe 200 millones de euros al fisco. Cuando se compra desde Europa un libro en Amazon, el dinero va directamente a Luxemburgo. Un complejo sistema de filiales entra en ese momento en juego. Sólo una pequeña filial con una cifra de negocio ridícula manipula y envía los libros desde los diferentes países.
Los estados sólo pueden imponer impuestos a esa pequeña filial ridícula. Y las multinacionales como Amazon pueden así, en complicidad con las políticas liberales europeas, robar a los ciudadanos europeos y exigirles el pago de la deuda pública que permite financiar, por ejemplo, las infraestructuras y el sistema educativo formante de la mano de obra que Amazon explota.
Dibuja un panorama dramático. ¿Por qué temen las librerías a Amazon?
Porque es un adversario económico que no respeta las leyes fiscales, que no debe pagar altos alquileres en el centro de las ciudades, que explota a una mano de obra poco formada en las temibles “fábricas en venta”. Para el mismo volumen de libros vendidos, estudios muy serios muestran que para vender el mismo volumen, Amazon contrata 18 veces menos de mano de obra que una librería tradicional de proximidad.
Esto quiere decir que cuando contrata un trabajador, fabrica diecisiete parados.
¿La empresa actúa igual en Europa y en EEUU?
La lógica es válida tanto en Europa como en América del Norte. Las librerías americanas han cifrado recientemente la destrucción de empleos libreros a causa de Amazon solamente en el año 2012 en 42.000. Esto es inimaginable. Podríamos, de aquí a unos diez años, asistir a la desaparición de numerosas librerías, e, indirectamente, de importantes editoriales que no pueden existir sin una tupida red de librerías.
Porque los políticos piensan únicamente a corto plazo. Siendo las tasas de paro muy elevadas, se sienten felices anunciando ‘la creación de empleo’, que como ya he dicho destruyen más empleos de los que crean.
El dinero público sirve para construir una sociedad y debe estar al servicio del pueblo. Ahora bien, el comportamiento de Amazon muestra que busca fundamentalmente evadir su dinero de los impuestos. Es por lo tanto irónico pensar que los políticos franceses puedan dar varios millones de euros a Amazon cuando el fisco le reclama 200 millones de euros. A eso no se le llama hacer política y defender los intereses del país, sino gestionar la propia carrera personal
¿Cómo ve que una importantísima institución dedicada al fomento a la lectura (La Casa del Lector) dedique una biblioteca al Kindle, bajo la excusa de “acercar la lectura digital a todos los públicos”?
Pienso que es un error creer todas las mentiras de la industria digital y los discursos proféticos contrarios al libro digital. Yo no soy un oponente o adversario del libro digital, ni incluso de la venta en línea por Internet. Para mí, todo eso son herramientas que deben estar al servicio de las personas y de la sociedad. Pero trabajar con Amazon significa, tarde o temprano, ser comido por esta multinacional que se mofa totalmente de la cultura y del saber. A Amazon le interesa exclusivamente el dinero.
¿Su trabajo periodístico podría haberlo publicado sin censura en un periódico o sólo el libro es libre para hablar de este tema?
En Francia, la mayor censura viene a menudo de los propios periodistas. Existen periódicos libres en los que habría sido posible firmar mi investigación. Pero no en todos. Algunos están demasiado ocupados en idolatrar a Steve Jobs o Jeff Bezos, pensando que estos campeones de la economía digital representan ‘el progreso’.
Para mí, la mejor herramienta de reflexión y de inteligencia, el mejor soporte para una investigación, el que ofrece más posibilidades y complejidad, es, sin duda, el libro.
Y un libro combativo.
Mientras que yo sea físicamente capaz de escribir, escribiré libros con la finalidad de construir contrapoder, con el fin de detener al poder en lo referente a las investigaciones.
Pero, en un contexto más amplio, con el fin de crear obras que movilicen mucha energía y que movilicen preocupaciones éticas, morales y estéticas. Elementos inestimables acerca de los cuales debemos ser intransigentes a riesgo de todas las cosas nos sean confiscadas.
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En medio de un inmenso campo de hormigón lleno de señales deterioradas y de carteles publicitarios, cuatro neumáticos mojados se deslizan sobre la carretera de una zona industrial. El reflejo de una más de tantas glorietas aparece en el espejo retrovisor antes de irse reduciendo hasta desaparecer.Hacia adelante, entre el barrido de los limpiaparabrisas, se hace visible una forma grisácea. Bajo el diluvio, la dirección se anuncia en un cartel de hierro que chorrea:
Esa es la clave de la fórmula del éxito de Amazon, la multinacional dedicada a la distribución de todo tipo de objetos de consumo, que amenaza a la industria editorial con sus métodos de evasión de impuestos y explotación laboral.
El periodista francés ha trazado en el libro En los dominios de Amazon (Trama Editorial) la cara oculta –terrible- que desmantela la imagen de empresa vanguardista que han construido.
Ellos se definen como “exploradores”, Malet como “explotadores”.
El éxito de las más grandes compañías de nuestro tiempo, que suelen pertenecer al sector tecnológico, suele explicarse por su capacidad de innovación, por su elevada inventiva, por arriesgar cuando otros se quedaron parados.
De Bill Gates a Mark Zuckerberg pasando por Jeff Bezos, los líderes de estas firmas son retratados como personas especiales que fueron capaces de llevar una compañía de la nada al cielo empresarial gracias al poder de la innovación disruptiva. Pero ¿es así?
Un operario coloca cajas en un almacén de Amazon de Alemania. (EFE)
¿Los grandes campeones lo son por utilizar métodos del siglo XXI o por haber reactualizado los del XIX?
Porque muchas de estas compañías han logrado establecer excepciones que las hacen funcionar con las mismas ventajas que gozaban las grandes firmas de hace un siglo.
Así, la excusa de desenvolverse en un contexto novedoso en el que las amenazas son múltiples (“cualquier chico puede inventar algo que acabará con nuestra empresa”), ha terminado por justificar la enorme concentración del sector y los regímenes de monopolio, o de oligopolio en el mejor de los casos, son habituales en el mundo de las nuevas empresas. La normativa sobre competencia, que se ha aplicado con rigidez en ocasiones recientes, por ejemplo a la hora de abrir los mercados en el caso de empresas estatales que iban a dejar de serlo, se han infrautilizado en estos casos.
Es también habitual encontrar a las empresas tecnológicas entre las que deciden no pagar impuestos en los lugares en los que operan.
Así, Google, una firma cuyo volumen de negocio es de los más importantes dentro del sector, sólo ha pagado en España 33.000 euros gracias a un agujero legal que permite trasladar sus beneficios a Irlanda, donde el tipo efectivo del Impuesto de Sociedades es mucho más reducido, y transferirlo de nuevo hacia el paraíso fiscal de Bermudas. Y lo mismo ha ocurrido en otros países europeos, como el Reino Unido, donde se han puesto en marcha campañas para que firmas como Amazon o Google paguen las cantidades que les corresponden.
Y, por último, no es extraño encontrar a firmas tecnológicas entre las que vulneran la ley y ganan dinero con ello. Según The Guardian, la NSA pagó millones de dólares a Yahoo, Google, Microsoft y Facebook por gastos vinculados al espionaje de sus propios usuarios.
¿Innovación o regresión?
Estas empresas sin competencia, que pueden evadir impuestos y que cobran dinero de los estados por realizar prácticas dudosas, se parecen mucho más a las grandes firmas de finales del XIX que a las del XXI.
Las empresas de la innovación lo son también de la excepción, y aprovechan argumentos, discursos y agujeros legales que les permiten funcionar con condiciones distintas a las del resto.
Cuando la ley no funciona igual para todos, siempre hay jugadores que salen beneficiados.
Eso es lo que sostiene Jean-Baptiste Malet, un periodista francés que se infiltró durante varios meses en Amazon y contó la experiencia en un polémico libro que ve hoy la luz en nuestro país. En los dominios de Amazon (Trama Editorial) generó gran debate en su edición francesa, ya que no sólo planteaba las ventajas competitivas con que la empresa americana contaba respecto de las librerías francesas, sino que hablaba de un sistema de gestión de personal ligado con procesos que parecían haberse perdido en la noche de los tiempos.
Las prácticas típicas del taylorismo se han visto incrementadas con la utilización de nuevos medios que permiten seguir la productividad de los empleados al segundo y, por lo tanto, controlar sus ritmos, pausas e intensidades.
Amazon exige que la productividad de sus trabajadores vaya en constante aumento, algo que no es legal, pero tampoco posible
El mundo en el almacén logístico de Amazon, cuya extensión es semejante a la de cinco campos de fútbol, se divide en pickers y packers, los que cogen los productos de las estanterías y los que hacen los paquetes.
Los primeros tienen jornadas laborales en las que recorren cada noche (el turno en el que fue contratado Malet) más de 20 kilómetros diarios.
Los segundos empaquetan, por lo que pasan muchas horas de pie, realizando tareas repetitivas con ritmos de trabajo completamente pautados. El asunto central de ese panóptico llevado al extremo no es sólo una cuestión de medición y vigilancia continua, sino la utilización de esos mecanismos para forzar al trabajador.
Jeffrey Preston Bezos, dueño de Amazon, / Wikipedia
No se trata de optimizar los resultados y de conseguir que la tarea sea más eficiente, sino de llevar al empleado a sus límites.
Así, se les obliga a realizar un número de tareas determinado que deberá siempre ir a más. “Exigen que la productividad vaya en constante aumento”, asegura Malet, lo cual no es legal, pero tampoco posible.
Sin embargo, eso no es ningún problema para la firma, ya que “los pickers son mujeres y hombres que cuestan menos y son más eficaces que los robots.
Con ellos no hace falta ningún cuidado técnico porque en su mayoría son temporeros.
La dirección de Amazon puede reemplazarlos fácilmente cuando están agotados o no cumplen su tarea, yendo simplemente a buscar otros en el inmenso ejército de reserva que constituyen los desempleados”.
Un trabajador de amazon clasifica envíos en la sede de graben, suiza (reuters)
No habrá paz para los pickers
Hay un montón de detalles que señalan hasta qué punto el ahorro de tiempo lleva a situaciones extenuantes: para aumentar la productividad,
no permiten que los trabajadores hablen entre ellos durante el tiempo de trabajo, las tareas han de realizarse lo más rápido posible y cada vez que hay un descanso, han de regresar a su puesto exactamente 20 minutos después del momento en que se paró. Cada noche los trabajadores tienen derecho a dos descansos.
Uno de ellos es remunerado por Amazon. El otro corre a cargo del trabajador.
Las parejas que se han conocido fuera de Amazon no sobreviven cuando uno de los dos comienza a trabajar en la empresa
Además, la máquina de fichar no está colocada a la entrada del almacén, sino en el puesto de trabajo.
De modo que el tiempo que se tarda en llegar desde los tornos de entrada y salida hasta el puesto efectivo corre también de cuenta del trabajador.
Es un recorrido que se efectúa seis veces al día, ya que cada vez que quieren descansar tienen que pasar por los tornos. En distancias tan grandes como las del almacén, un recorrido mínimo de un par de minutos conlleva doce minutos al día de ahorro para la empresa.
Esta obsesión por reducir costes es llevada al límite en detalles tan peculiares como el uso de la calefacción. La primera huelga en el almacén Amazon francés, impulsada por la CGT, fue causada por la falta de calefacción en unas instalaciones que tenían una temperatura permanente de 15 grados.
El circuito calefactor funcionaba a la perfección pero los directivos no lo ponían en marcha para no gastar.
Ese contexto lleva a una sociabilidad peculiar. Como le contaban los compañeros “amazonenses” al periodista francés, las parejas que se han conocido fuera de Amazon no sobreviven cuando uno de los dos comienza a trabajar en la empresa.
Horarios incompatibles y un cansancio permanente provocan que la vida en común se empobrezca y que la social desaparezca. A cambio se pasa más tiempo alrededor de la compañía, que proporciona ocasionales actividades gratuitas para el ocio, y donde la gente puede socializar con personas de su mismo medio social y forjar nuevos lazos afectivos que suelen consolidarse gracias al chismorreo.
Como explica Malet, cuando tu vida está confinada por jornadas de trabajo que te dejan agotado, y que apenas te dejan tiempo para nada más, tu existencia se torna altamente insatisfactoria y surgen comportamientos regresivos de toda clase (también en lo alimenticio, con el consumo de muchos más productos industriales con exceso de azúcar).
Por eso la dirección pone en marcha actividades que provoquen dosis de alegría artificiales que influyan en el humor y la emotividad. Son técnicas científicamente estudiadas por los psicólogos y a través de las cuales Amazon trata de desactivar ese descontento que sabe que existe.
Son prácticas que no se limitan a Francia. El periodista Spencer Soper denunció una situación similar en el almacén Amazon de Lehigh Valley, entre Pennsylvania y Nueva Jersey y un documental de la cadena alemana ARD descubrió “las condiciones de trabajo de los temporeros extranjeros, especialmente españoles, empleados por Amazon.
Largas esperas bajo la nieve antes de ser transportados en autobuses llenos de gente, promiscuidad en las condiciones de alojamiento en los bungalós de una ciudad de vacaciones que permanece vacía durante la temporada baja, despidos brutales y sin motivo alguno de los temporeros, salarios más bajos que los prometidos durante la oferta de empleo, vigilancia a cargo de violentos agentes de seguridad de una empresa subcontratada, registros arbitrarios y con violencia de habitaciones, registros sistemáticos del personal…”.
Los gobiernos no hacen más que regar con dinero público procesos económicos que destruyen mucho más empleos de los que crean
Pero todas estas denuncias no han servido para que los poderes públicos hayan investigado qué ocurre dentro de los muros Amazon.
Más al contrario, el trato institucional que reciben es mucho más que correcto. Las autoridades suelen alegrarse de la apertura de nuevas instalaciones Amazon en su territorio, en tanto contribuyen a generar puestos de trabajo y les conceden generosas subvenciones para que lo hagan.
Pero con estas acciones, no hacen más que regar con dinero público procesos económicos que destruyen muchos más empleos de los que crean.
El desarrollo de Amazon implica el cierre de muchas librerías, cuyos trabajadores superan con mucho el número de contratados de la compañía estadounidense.
Y además, con la concesión de estas subvenciones otorgadas a una multinacional en plena forma financiera, los políticos no hacen más que falsear la libre competencia.
Sin embargo, todo este cúmulo de ventajas, irregularidades y acciones que bordean lo legal tienen difícil denuncia. En gran parte, por la ley del silencio que reina en la compañía gracias a peculiares disposiciones reglamentarias. El periodista francés contactó con varios sindicalistas que trabajaban en la firma para que le contasen su realidad cotidiana.
Después de varias tentativas, le contestaron citándole para diversas entrevistas en lugares peculiares, como el parking de un centro comercial. Nunca aparecieron.
Después, Mallet descubrió que el anexo 7 del Reglamento interno amenazaba con serios perjuicios legales a los empleados que contasen información interna, vital o no, gracias a disposiciones como la siguiente, que reproduce en el libro:
“Amazon es una sociedad cotizada en bolsa, en el US Stock Exchange, y tiene la obligación legal de prevenir cualquier delito de información privilegiada de proteger los bienes de la sociedad.
La divulgación de informaciones puede afectar negativamente y de manera perjudicial las actividades y el valor de Amazon y puede conllevar responsabilidad criminal”.
¿Por qué es tan barato un libro en Amazon?
La situación en Europa se divide básicamente entre dos tipos de países. Los países donde hay una ley fija, un precio único del libro en los que el editor lo marca y ningún vendedor, grande o pequeño, puede bajarlo. Y, por otro lado, están los países donde el libro no está sujeto al precio único.
Eso significa, por ejemplo, que un libro de éxito puede ser vendido con pérdidas, como un “producto reclamo”, para un comerciante o un supermercado, con la finalidad de atraer clientes. Estas políticas agresivas perjudican a la economía del libro, ya que aun siendo una mercancía comercialmente hablando, no lo es humanamente hablando.
No parece que a Amazon esta Ley le moleste mucho para actuar.
En todos los países donde Amazon se ha implantado, poco importa que se trate de países con precio único del libro o no, Amazon lleva una política muy agresiva con la finalidad de “canibalizar” la economía.
En Francia, por ejemplo, Amazon prefiere perder dinero enviando gratuitamente libros de 3, 4 o 5 euros, ya que sabe que es una parte del mercado ganado, que las librerías de proximidad no volverán a tener.
Amazon pierde dinero voluntariamente para destruir el tejido de las librerías físicas. Es una apuesta y Amazon toma cada día más ventaja en todo el mundo: destruir las librerías físicas, grandes y pequeñas, para ser el único vendedor de libros. Yo insisto sobre “vendedor de libros” pues Amazon no es una librería.
¿Y qué es una librería para esta empresa?El Presidente Director General de Amazon, el señor Bezos, considera que la librería, en el futuro, será simplemente un lugar donde se podrá comer una buena galleta y beber una taza de té.
En cuanto a los periódicos en papel, considera que se convertirá en un mero producto de lujo. Su estrategia opera en varios tiempos.
Primero, acabar con las librerías y los editores que editan en papel.
A continuación vender de forma masiva lectores electrónicos para ocupar un puesto de monopolio en la economía.
Asegurándose de esta manera beneficios colosales.
No parece que esa lectura sea la que cala entre sus clientes.
Es importante que los ciudadanos europeos estén al tanto de estas cuestiones, a riesgo de ver la herencia cultural europea, el origen de las ideas de las Luces, llegar a ser un simple espacio comercial donde el libro se verá reducido a la más nociva de las tendencias: su mercantilización. No se debe confundir comercialización del libro y mercantilización. El problema es amplio y así lo abordo en mi obra.
Se acusa a los libreros no haberse adaptado a los nuevos tiempos, ¿cree que se puede resumir de esta manera la situación de la competencia?
Este es el argumento de Amazon y de los defensores de la venta en línea. Amazon no propone nada más que un servicio de venta rápida de lo que el consumidor le demanda.
En realidad, si se mira más de cerca, es Amazon quien es anticuado, zafio, y no se adapta al necesario progreso humano: una librería no es un simple comercio, es un lugar de convivencia y de humanidad que permite el encuentro, expresarse y descubrir. Es una avanzadilla en el espacio del saber y del trabajo intelectual. La librería es un lugar valioso, diferente, en nuestra sociedad. Ningún intelectual, ningún artista digno de este nombre, podría imaginar un mundo sin librerías.
Lo que muestro en mi libro, es que comprar en Amazon no es solamente una elección de consumo. Es una elección de sociedad.
¿Tienen los libreros alguna oportunidad de ganar esta batalla?
La oportunidad de las librerías de ganar la batalla pasa, en primer lugar, por la unión, además de hacer comprensible a la ciudadanía, que el problema no es sólo de las librerías, sino que es una amenaza para las sociedades democráticas, que se trata de un peligro más grande que el simple cierre de pequeños establecimientos.
Esto pasa por el respeto a la ley.
Por la toma de conciencia política, que supera las discrepancias derecha-izquierda, de todos los ciudadanos. De lo contrario, Amazon será una multinacional que cambiará la sociedad sin que los ciudadanos se enteren realmente. Es por ello por lo que he escrito el libro. Para que podamos reaccionar antes de que sea demasiado tarde.
Imponer al mundo del libro una rentabilidad que satisfaga sólo el aspecto financiero es desconocer absolutamente la realidad y los complejos procesos que permiten a una economía muy específica vivir de buenos libros
¿Podríamos llegar a pensar que el modelo de negocio de Amazon puede influir en la creación literaria? ¿De qué manera?Puede influir en la creación literaria acentuando el fenómeno de la mercantilización del libro. Amazon sólo valora los libros en función del ranking de ventas y con este único argumento no puede, evidentemente, influir positivamente en la creación literaria.La evidencia es que son precisamente aquellos que se escapan de la lógica financiera, promoviendo la calidad editorial, los que mejor resisten frente a Amazon.
¿Tiene la receta de la supervivencia para las librerías?
Es necesario aceptar que el ratio de rentabilidad de una librería o de una editorial será pequeño, entre el 1% y 2% anual. Querer imponer al mundo del libro un ratio de rentabilidad que satisfaga sólo el aspecto financiero, es desconocer absolutamente la realidad y los complejos procesos que permiten a una economía muy específica vivir de buenos libros.
No aquellos que nos animan, nos divierten y nos hacen disfrutar, escritos por egos ofendidos y seres insípidos que buscan simplemente atraer la atención hacia ellos. Hablo de esos buenos libros, de literatura o de ciencias humanas, que nos sacan de nuestra cotidianidad, que amplían el campo de visión de nuestras vidas, que nos ofrecen perspectivas inteligentes y de comprensión del mundo.
En su libro incide en la explotación de los trabajadores, ¿qué ha hecho Amazon por la protección de los derechos laborales?
En cualquier parte del mundo donde Amazon se ha implantado, en cualquier lugar donde Amazon gestione sus actividades logísticas convirtiéndole en el número uno de la venta en línea, Amazon adopta la misma estrategia, la misma ideología, las mismas reglas, los mismos procesos con muy raras excepciones culturales.
Mi experiencia como trabajador infiltrado en Amazon y los numerosos testimonios que he podido recoger tanto de los trabajadores como de los ‘cuadros’ de la empresa apuntan en la misma dirección: Amazon no respeta la legislación concerniente al derecho laboral.
¿A qué tipo de infracciones se refiere?
Las infracciones son numerosas y ese ha sido el motivo del libro. Más allá de las presiones psicológicas, los trabajadores no tienen, por ejemplo, una cadencia establecida: no se les exige que mantengan una tasa de productividad exacta.
Es aún peor: se les pide ir cada día más rápido que el anterior.
Los trabajadores son puestos en una continua situación de competencia unos con otros. Son animados a denunciarse mutuamente si, por ejemplo, algunos hablan en el lugar de trabajo.
Es un trabajo sin descanso, pero no es simplemente una situación laboral angustiosa, es una nueva situación laboral que no existía en el siglo XX, donde la ideología y el paternalismo jugaban un gran papel.
Pero con el apoyo de las nuevas tecnologías.
La informatización y las máquinas, como el escáner, marcan el camino de los trabajadores. Porque Amazon considera que todo trabajador es un ladrón potencial, los trabajadores son cacheados cada vez que entran o salen del almacén, pudiendo llegar a suponer una pérdida de hasta 40 minutos por semana, que no son remunerados.
En los EEUU los trabajadores acaban de presentar quejas sobre este tema.
Recuerdo los autobuses partiendo de varias plazas españolas, camino de naves de Amazon en el extranjero, cargados de trabajadores. ¿Por qué le gusta a Amazon tanto la mano de obra española?
Para responder a su pregunta sobre los trabajadores españoles en Amazon, debo decirle que he encontrado algunos en Alemania. Ellos no están allí por gusto, sino por necesidad económica.
Mujeres y hombres españoles, a veces con amplia titulación, golpeados por la crisis económica, se ven obligados a realizar trabajos penosos a cientos de kilómetros de su familia. Están alojados en condiciones indignas, que me recuerdan al siglo xix. Es la otra cara, la cara oculta de la “revolución digital” y del lado “cool” de Amazon.
Considera que las leyes y la soberanía popular son un obstáculo a sus beneficios. Es por ello que Amazon practica masivamente la evasión fiscal
Eso no lo ven sus clientes.Amazon es una empresa que para conseguir beneficios colosales, trata a su mano de obra como si se tratara de vulgares robots sumisos hasta el infinito.
Y cuando el robot se rompe, se le sustituye por otro parado. Ningún trabajador de Amazon puede tener una larga trayectoria en la empresa ya que el trabajo es tan rápido y pesado que la media de edad nunca va más allá de los 25-35 años.
Hay algo que pasa por natural: ¿Cómo es posible que se le permita no pagar impuestos en el país en el que interviene?
Amazon utiliza una ingeniería fiscal muy compleja para evadir impuestos en los países europeos.
Considera que las leyes y la soberanía popular son un obstáculo a sus beneficios. Es por ello que Amazon practica masivamente la evasión fiscal. En Francia, debe 200 millones de euros al fisco. Cuando se compra desde Europa un libro en Amazon, el dinero va directamente a Luxemburgo. Un complejo sistema de filiales entra en ese momento en juego. Sólo una pequeña filial con una cifra de negocio ridícula manipula y envía los libros desde los diferentes países.
Los estados sólo pueden imponer impuestos a esa pequeña filial ridícula. Y las multinacionales como Amazon pueden así, en complicidad con las políticas liberales europeas, robar a los ciudadanos europeos y exigirles el pago de la deuda pública que permite financiar, por ejemplo, las infraestructuras y el sistema educativo formante de la mano de obra que Amazon explota.
Dibuja un panorama dramático. ¿Por qué temen las librerías a Amazon?
Porque es un adversario económico que no respeta las leyes fiscales, que no debe pagar altos alquileres en el centro de las ciudades, que explota a una mano de obra poco formada en las temibles “fábricas en venta”. Para el mismo volumen de libros vendidos, estudios muy serios muestran que para vender el mismo volumen, Amazon contrata 18 veces menos de mano de obra que una librería tradicional de proximidad.
Esto quiere decir que cuando contrata un trabajador, fabrica diecisiete parados.
¿La empresa actúa igual en Europa y en EEUU?
La lógica es válida tanto en Europa como en América del Norte. Las librerías americanas han cifrado recientemente la destrucción de empleos libreros a causa de Amazon solamente en el año 2012 en 42.000. Esto es inimaginable. Podríamos, de aquí a unos diez años, asistir a la desaparición de numerosas librerías, e, indirectamente, de importantes editoriales que no pueden existir sin una tupida red de librerías.
Trabajar con Amazon significa, tarde o temprano, ser comido por esta multinacional que se mofa totalmente de la cultura y del saber. Sólo le interesa exclusivamente el dinero.
¿Por qué Francia y España favorecen la instalación de Amazon con dinero público? ¿Por qué no deberían hacerlo?Porque los políticos piensan únicamente a corto plazo. Siendo las tasas de paro muy elevadas, se sienten felices anunciando ‘la creación de empleo’, que como ya he dicho destruyen más empleos de los que crean.
El dinero público sirve para construir una sociedad y debe estar al servicio del pueblo. Ahora bien, el comportamiento de Amazon muestra que busca fundamentalmente evadir su dinero de los impuestos. Es por lo tanto irónico pensar que los políticos franceses puedan dar varios millones de euros a Amazon cuando el fisco le reclama 200 millones de euros. A eso no se le llama hacer política y defender los intereses del país, sino gestionar la propia carrera personal
¿Cómo ve que una importantísima institución dedicada al fomento a la lectura (La Casa del Lector) dedique una biblioteca al Kindle, bajo la excusa de “acercar la lectura digital a todos los públicos”?
Pienso que es un error creer todas las mentiras de la industria digital y los discursos proféticos contrarios al libro digital. Yo no soy un oponente o adversario del libro digital, ni incluso de la venta en línea por Internet. Para mí, todo eso son herramientas que deben estar al servicio de las personas y de la sociedad. Pero trabajar con Amazon significa, tarde o temprano, ser comido por esta multinacional que se mofa totalmente de la cultura y del saber. A Amazon le interesa exclusivamente el dinero.
¿Su trabajo periodístico podría haberlo publicado sin censura en un periódico o sólo el libro es libre para hablar de este tema?
En Francia, la mayor censura viene a menudo de los propios periodistas. Existen periódicos libres en los que habría sido posible firmar mi investigación. Pero no en todos. Algunos están demasiado ocupados en idolatrar a Steve Jobs o Jeff Bezos, pensando que estos campeones de la economía digital representan ‘el progreso’.
Para mí, la mejor herramienta de reflexión y de inteligencia, el mejor soporte para una investigación, el que ofrece más posibilidades y complejidad, es, sin duda, el libro.
Y un libro combativo.
Mientras que yo sea físicamente capaz de escribir, escribiré libros con la finalidad de construir contrapoder, con el fin de detener al poder en lo referente a las investigaciones.
Pero, en un contexto más amplio, con el fin de crear obras que movilicen mucha energía y que movilicen preocupaciones éticas, morales y estéticas. Elementos inestimables acerca de los cuales debemos ser intransigentes a riesgo de todas las cosas nos sean confiscadas.
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'En los dominios de Amazon'
Jean-Baptiste Malet
TEXTO:
Para cubrir el incremento de actividad cuando se acercan las fiestas navideñas, Amazon contrata a miles de trabajadores temporeros. Por primera vez en Francia, un periodista decide infiltrarse en un almacén logístico de la multinacional, integrándose en uno de sus equipos de noche: «Los internautas que hacen clic en la página web de Amazon para comprar libros, pero también recambios para el coche o ropa interior, deben saber que detrás de las pantallas de sus ordenadores hay miles de trabajadores sometidos a ritmos de trabajo insostenibles en un ambiente casi carcelario» (Jean-Baptiste Malet)
«Una investigación rebosante de detalles inéditos sobre la condición de estos nuevos proletarios, cuyos empleos creamos todos a golpe de clic» Le Nouvel Observateur
«Amazon: lo contrario a diversión» Le Monde
«Este libro describe un universo increíble de acentos totalitarios... que parecen remitirnos al siglo XIX» Libération
«¿Qué hay al otro lado de la atractiva página de bienvenida...?» Le Monde diplomatique
«La cara oculta del bonito cuento de hadas de la sociedad desmaterializada» Les Echos
I
En medio de un inmenso campo de hormigón lleno de señales deterioradas y de carteles publicitarios, cuatro neumáticos mojados se deslizan sobre la carretera de una zona industrial. El reflejo de una más de tantas glorietas aparece en el espejo retrovisor antes de irse reduciendo hasta desaparecer.Hacia adelante, entre el barrido de los limpiaparabrisas, se hace visible una forma grisácea. Bajo el diluvio, la dirección se anuncia en un cartel de hierro que chorrea:
amazon fr.
logística
logística
El automóvil se sigue deslizando lentamente a lo largo de la valla que rodea un inmenso edificio de chapa, en el que se abren docenas de muelles de descarga para transportes pesados. En el estacionamiento, al otro lado del recinto, los numerosos vehículos de los trabajadores están perfectamente alineados y aparcados con el motor hacia atrás. No quiero quebrantar las reglas; apago el motor y salgo corriendo bajo una tromba de agua en dirección al lugar en el que los servicios de prensa de la multinacional estadounidense prohíben la visita de los periodistas. Subo por una corta escalera metálica y empujo una de las dos puertas de entrada....